martes, 29 de junio de 2010

Nuestro planeta. Nuestra tierra. Nuestra casa. Nuestra madre.

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Nuestro planeta. Nuestra tierra. Nuestra casa. Nuestra madre.

Con nostalgia recuerdo como el gran pintor de la vida me fue creando: para poner color, equilibrio, armonía y vida. Con su pincel fue poniéndome colores: verdes, que llenan todo de esperanza y equilibrio. Grises y marrones creando las montañas que representan la libertad, la soledad acompañada. Azules, creando la inmensidad del mar y la sencillez del río que recorre su camino con alegría. Y arcoíris de flores de todos los colores y aromas. Este fue mi principio, mi nacimiento, donde todo estaba donde tenía que estar. Había un equilibrio.

La niñez fue feliz, hubo momentos de mucho dolor por causa de la intolerancia y egoísmo del ser humano -“se supone el más inteligente que me habita”-. Fue pasando el tiempo, en un principio este ser “inteligente” me tenía un gran respeto, me llegaron a llamar “Madre Tierra” de donde brota toda vida. Volviendo a mi regazo en la muerte. Nadie me pedía más de lo que ofrecía. Se me cuidaba y respetaba. Fueron tiempos felices, fértiles los campos; llenos de flores los árboles no se cansaban de regalar sus frutos.

Hoy me siento cansada, enferma. Ha llegado también a mí esa enfermedad que todo lo corroe y lo pudre. Matándome lentamente el cáncer del fuego está destruyendo gran parte de mi hábitat, el cáncer de los residuos está envenenando el agua, el aire y la tierra.

¿Cómo curarme si son los propios médicos quienes me matan lentamente?

Este ser “inteligente” me destruye. No se da cuenta. De vez, en cuando, me estremezco por tanto dolor y mis entrañas se mueven. Me encolerizo tanto que escupo fuego. Lloro tanto que provoco inundaciones. Nadie parece darse cuenta que yo quiero hacer del mundo un hogar feliz. Regalo vida.

Las comunidades de bosques con sus aromas, su sombra, el arrullo del aire entre las hojas, la paz. Los ríos con su charla alegre, su frescura todo lo renueva, el repicar contra las piedras, canto de serenidad. La cima de una montaña donde llegas a tocar tú ser más profundo, donde habita la esencia del mundo, el Pintor de la vida. El inmenso mar que te hace caer en cuenta que eres como una gotita de agua, que sol@ no haces nada, que necesitas de otras gotitas para formar parte del todo. Este hermano mar que te hace entrar en lo profundo. No te quedes en la superficie, puede ser preciosa, sumérgete donde se encuentra la vida.

Lo tenéis todo. Tierra que os hace daros cuenta que nada es eterno. Cielo, techo de nuestros hogares donde el hermano Sol sale cada día a dar vida y la hermana Luna brilla con su hermosura nocturna compañera de secretos y soledades profundas y las Estrellas manto de lentejuelas; cuando se contemplan nos recuerdan que no estamos solos, nos acercan a alguien que paso por nuestra vida dejando huella.

Me siento anciana, puede que este envejeciendo antes de tiempo. Se me arranca la vida sin permiso. Antes tenía más capacidad surgía de las cenizas con mucha más fuerza. La vida se me agota, no se agradece la que doy y se me arranca la que todavía no puedo dar…

No sé cuantas primaveras me quedan, ni cuantos colores puedo ofrecer, ni cuánta agua, ni cuanto aire. No sé si pronto llegara a mí la eternidad. Sí sé que lo que me pase a mi repercute en vuestras vidas -“yo puedo morir pero con el tiempo volver a la vida, cuídame, cuando me cuidas a mí, cuidas tu vida".
Ojala esto llegue a todo el mundo: cuentan los ancianos que cuando yo nací una pequeña ardilla podía dar la vuelta al mundo saltando de árbol en árbol. Ojala fuésemos capaces de llevar este, mi lamento, el de la Madre Tierra a todo el mundo. Puede que cuando queramos curar mis heridas la enfermedad ya esté muy extendida y no haya solución…

¡¡CUIDAME Y CUIDATE!!
UN ABRAZO COSMICO DE LUZ Y AMOR.

Por ¡ROCIO!

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